
Cuando se pierde un niño, el corazón de cualquier madre, padre o cuidador se paraliza. Es un momento cargado de miedo, angustia y deseo de proteger. Pero muchas veces, al encontrarlo, lo que recibe el pequeño no es consuelo, sino un regaño. 😟
Y aunque pueda parecer un acto de corrección, esa reacción nace del miedo. Nos desborda la emoción, y esa energía se traduce en enojo, en gritos o en reproches que el niño no logra comprender. 🌪️
Desde su punto de vista, también vivió una experiencia aterradora: se sintió solo, confundido y en peligro. Necesita seguridad, no castigo. Validar ese susto y acompañarlo con empatía es una oportunidad para fortalecer el vínculo. 💛
¿Por qué regañamos cuando se pierde un niño?
Porque creemos que así evitamos que vuelva a ocurrir.
Porque sentimos que el regaño reafirma el control.
Porque no siempre sabemos cómo gestionar nuestra emoción.
¿Qué necesita realmente ese niño?
✅ Un abrazo que lo calme.
✅ Escuchar “estás a salvo, estoy aquí contigo”.
✅ Una explicación tranquila sobre cómo prevenirlo.
✅ Y, sobre todo, que su miedo no sea minimizado ni castigado.
Si ya lo regañaste, aún puedes reparar:
“Me asusté mucho y por eso te hablé fuerte. Pero te quiero y quiero que estemos seguros. Hablemos de cómo cuidarnos mejor la próxima vez.” 🌈
Cuando se pierde un niño, la forma en que reaccionamos deja huella. Que esa huella sea de amor, no de miedo. Educar con empatía transforma.
🧠 En Centro Hope College creemos que la educación emocional empieza en los momentos más difíciles.
👉 Descubre más recursos y artículos en: www.centrohopecollege.com
🔗 Y en nuestro espacio de formación continua: Be a Hoper


