Comprendiendo el origen emocional del bullying escolar; cuando pensamos en el maltrato emocional en casa, solemos imaginarlo como algo silencioso e invisible, pero sus efectos pueden ser tan devastadores como los del abuso físico. Este tipo de maltrato incluye palabras hirientes, indiferencia, humillaciones y falta de validación emocional. Aunque no deja cicatrices visibles, sus consecuencias repercuten en la autoestima y comportamiento del niño. Algunos niños crecen reprimiendo su dolor y convirtiéndose en víctimas, mientras otros reproducen ese dolor haciéndose agresores. Esta dualidad emocional se genera por las carencias afectivas dentro del hogar.

El niño que vive maltrato emocional en casa puede transformarse en un bully como mecanismo de defensa. Aprende que el dominio sobre otros le da poder y seguridad. En su hogar no encuentra protección ni voz, por lo tanto, en su entorno escolar busca reafirmarse desde el control. Intimidar se convierte en su estrategia para no sentirse vulnerable. Esta actitud esconde una profunda necesidad de afecto y reconocimiento que nunca recibió en su espacio familiar.

Por otro lado, hay niños que reaccionan de manera opuesta al maltrato emocional en casa. Se convierten en víctimas constantes. Interiorizan el dolor, se sienten culpables y no desarrollan una autoestima sana. Estos pequeños son más propensos a dejarse humillar o agredir, pues creen que no merecen más. Su realidad emocional los lleva a repetir el mismo patrón de sumisión que experimentan en casa, sintiéndose invisibles o sin valor.

La buena noticia es que este ciclo puede romperse. Es clave reconocer el problema a tiempo y actuar. La educación emocional en casa y en el colegio es fundamental para enseñar a los niños a expresar y regular sus emociones. La terapia psicológica también puede ser un gran recurso para sanar heridas, identificar creencias limitantes y reestructurar la autoestima.

Comprendiendo el origen emocional del bullying escolar: Transformar el hogar es el primer paso. Un ambiente con respeto, validación emocional y escucha activa puede reparar mucho daño. Padres y madres deben entender que sus palabras y actitudes tienen un impacto real y duradero. Cada gesto amoroso puede prevenir futuros conflictos y ayudar a los niños a crecer con confianza y equilibrio.

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