Como ya sabéis, a nivel de salud mental uno de los colectivos especialmente afectados a raíz de la pandemia fue y sigue siendo el infanto-juvenil.
Algunos factores sociales que aumentan la patología infanto-juvenil:
Aumento de divorcios o problemas conyugales
El estrés de la sociedad
El ver incierto el futuro laboral
La inestabilidad a nivel mundial
La falta de valores y límites sanos
El mal uso y desproporcionado de las tecnologías
La enorme presión que se ejerce a través de los medios sociales…
Adoptar una postura pesimista no sirve de nada. Lo importante es preguntarse: ¿Qué necesitan nuestros jóvenes que no lo están recibiendo?
Algunas respuestas basadas en nuestra experiencia clínica serían:
En primer lugar, los niños y adolescentes necesitan sentirse apoyados emocionalmente, escuchados, valorados, tenidos en cuenta y respetados tal y como son. Los juicios, insultos y comparaciones están de más y hacen verdadero daño.
En segundo lugar, los niños necesitan límites firmes y neutros sin juicios o enfados, pues les da estabilidad, aunque no les gusten y protesten un poco. Hemos tenido casos de adultos con problemas de adicción, que nos han dicho: “Ojalá mi madre me hubiese puesto límites cuando empecé a tontear con las drogas”. En estos tiempos, los límites al mal uso de la tecnología son cruciales.
También necesitan aprender un equilibrio entre el dar y el recibir. Dar a los jóvenes todos los privilegios del mundo sin enseñarles que algunas cosas tienen que ganarlas, es contraproducente y genera tiranía y jóvenes que no saben ganarse la vida ni agradecer lo que se les da, ni aprenden a dar a los demás.
Por otro lado, necesitan figuras significativas (padres, familiares, maestros, etc.) que sepan gestionar bien sus emociones, así como saber manejar el estrés y resolver sus carencias afectivas o heridas de infancia, para que aprendan a gestionar bien sus emociones y el estrés.
Finalmente, necesitan un clima óptimo de comunicación, donde la escucha y expresión de las necesidades sean adecuadas por ambas partes. Es muy triste observar en restaurantes a padres cenando al mismo tiempo que miran el móvil y su hijo/a mirando a ambos sin saber qué hacer para poder comunicarse con sus padres.
Conclusión
En estos tiempos desafiantes, es vital que padres, educadores y cuidadores estén conscientes de las necesidades emocionales de los niños y adolescentes. Con apoyo, límites claros y una comunicación abierta, podemos ayudarles a desarrollar la resiliencia necesaria para enfrentar el futuro con confianza.
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